martes, 13 de agosto de 2013

Lo mejor del mundo es la cantidad de mundos que contiene

Recorrido total del país de México

  Como decíamos en la publicación anterior comenzamos a movernos nuevamente, y de qué manera! Salimos del DF con todas las pilas rumbo a la Huasteca Potosina, motivadísimos por recomendaciones de amigos y fotos que habíamos visto de alguno de sus paisajes. Luego de muy altas montañas y una noche en Jalpan, un pueblito hermoso y montañoso que nos recibió muy hospitalariamente, disfrutamos de aquella zona con mucho placer; rodeados de mucha vegetación verdísima y mucha agua paseamos por Xilitla nadando en sus pozas y caminando por el castillo que un europeo loco construyó en el medio de la montaña; acampamos cerca de la cascada Tamul a orillas de un río de aguas turquesas increíbles; visitamos el Sótano de las Golondrinas, que es un agujero de 60 mts de diámetro y 500 de profundidad en el que por la mañana y las tardecitas las golondrinas, cotorras y algún que otro murciélago dan un espectáculo único; recorrimos la Laguna de la Media Luna formada por muchos arroyitos de agua cálida y transparente y de la que nos evacuaron ante el repentino surgimiento de un incendio forestal. Visitamos un par de comunidades en las que intentamos pintar pero en las que no pudimos por estar finalizando el ciclo lectivo.
Castillo de Edwar James, Cascada de Tamul, Real de Catorce, Camino a Margaritas

  Seguimos subiendo a buen paso hasta Matehuala, donde atravesamos el Trópico de Cáncer siguiendo una ruta seca y repleta de cactus, y llegamos a Real de Catorce, un pueblito mágico como pocos, un lugar aislado de todo al que para llegar es necesario viajar 20 km de empedrados en subida y atravesar finalmente un antiguo túnel de 2 km. Un pueblito semidesértico, rodeado de montañas y nubes donde cada metro es un paisaje que amerita ser fotografiado. Allí tampoco pudimos pintar debido a que no está permitido alterar las fachadas de las casas ya que se busca mantener ese aire antiguo, colonial característico de tantos poblados mexicanos.
  Ese fue nuestro punto más al norte, lo más lejos que estuvimos de Argentina, ya que si bien la idea original era llegar hasta Tijuana, la ciudad latina que más lejos estaba de nuestro país, decidimos cambiar de planes y comenzar el descenso (regreso es una palabra que nos cuesta mucho y vamos a tratar de utilizarla lo menos posible) por varios motivos, entre ellos la gran cantidad de km con el consecuente gasto en combustible, los peligros de las rutas poco transitadas por esas zonas y proximidad cada vez mayor del mundial en Brasil. Fue muy difícil dejar de mirar al norte, estando tan ahí las ganas de seguir se hacen más y más fuertes pero fue una decisión conjunta de la que no estamos arrepentidos para nada. Ya habrá una nueva oportunidad de investigar esas zonas.
  Pasamos por poblados áridos como Wadley y Margarita, conocidos por el peyote que crece en sus alrededores; llegamos a San Miguel Allende por un par de días en los que recorrimos sus hermosas calles adoquinadas y admiramos grandes iglesias y casonas coloniales, visitamos sus parques y alrededores. Anduvimos por Guanajuato, increíble ciudad llena de túneles y puentes, que podría haber sido de nuestras favoritas en México, salvo porque luego de visitar la casa/museo de Diego Rivera fuimos robados (nos abrieron la camio y se llevaron nuestra compu con fotos, trabajos y demás). 

Callecita y Catedral de San Miguel de Allende, Calle subterránea en Guanajuato

   Una noche en Querétaro para regresar al DF a ser mimados por nuestros amigos, al punto de recibir una computadora que los chicos de Proyecto Miradas no usaban y que hoy en día nos salva las papas (como siempre decimos todo lo que va, viene,  por ello es importantísimo siempre hacer el bien); festejamos el cumple de Marielon y partimos rumbo a Oaxaca por una ruta impresionante, rodeada de montañas impactantes, muy distintas unas de otras.
En Oaxaca conocimos a Jhonatan, un argentino que está allí hace un tiempo con su familia y con el que compartimos unas cuantas charlas. Allí sí pudimos pintar nuestro mural mexicano, el Nº 11 en lo que va del viaje, y nos alegró muchísimo poder hacerlo ya que es una ciudad muy cultural llena de arte por todas partes. 

Nuestro mural en Berriorizabal 109, Oaxaca

  Llegamos justo para la Guelaguetza, un festival anual enorme en el que hay eventos por 10 días seguidos así que mientras pintamos pudimos disfrutar de recitales (entre ellos el de Lila Downs), desfiles, comidas típicas y los infaltables mezcalitos. 


Festejos de la Guelaguetza, Oaxaca

    Por si fuera poco festejamos el día del amigo con Majo y Lucho, nuestros entrañables amigos de Kombi Sudaka a quien no veíamos desde Máncora, dos años atrás. La gente de Oaxaca fue pura amabilidad con nosotros, comprando artesanías, dándonos 
agua, prestándonos un baño, felicitándonos por el mural. Visitamos Hierve el Agua, un lugar muy lindo donde cascadas de agua se fueron petrificando hasta transformarse en cascadas quietas; pasamos por Mitla a buscar más mezcal y salimos todos juntos rumbo a la costa, llegando a Puerto Angel luego de un día largo de manejo, con mil curvas, subidas, bajadas y cambios de clima constante. 


Armamos rancho con las combis en Zipolite, Puerto Escondido y Huatulco, siempre encontrando mucha amabilidad en la gente y paisajes espectaculares de barrancos, mucha vegetación y un Pacífico transparente y hermoso con muchas olas. 

Playa Carrizalillo en Puerto Escondido y Playa Arrocito en Huatulco

  Pollo asado, pescado a la plancha y a la parrilla, guiso de lentejas fueron algunos de los platos con los que nos deleitamos; noches de charlas y hasta bailongo bajo un árbol a la luz de las combis con trencito incluido (comandado por Laika, la perra de los chicos) hicieron de esos días unas semanas muy alegres y distendidas. Metiéndole mano a Lamas que nos sigue hacer renegar, pescando y tejiendo festejamos el cumple de Lucho y nos despedimos quien sabe hasta cuándo y dónde, rumbeando por el momento en sentidos contrarios. 

  Fueron 11 meses en México y dejar el país nos costó mucho, se sintió en el corazón… dejamos muchos amigos, nos reencontramos con otros que extrañábamos y sin duda aprendimos bastantes cosas.  
  Ahora Lamaslinda mira al sur desde Guatemala,  felices como si hubiésemos vuelto a casa…pero eso es para la próxima entrada.