viernes, 28 de febrero de 2014

QUE LINDO QUE ES SOÑAR!!

Fue lindo volver a la ruta después de aquel mes y medio en Santa Fe, en la posada Le Petit Jardin de nuestros ahora amigos Audrey y Cyril. Se hacía sentir la necesidad de la vida viajera, nómada que tanto nos gusta, cambiar de paisaje todos los días, tener vecinos nuevos a diario. Uno de los tantos trabajos en los que Cyril dedicó su tiempo fue en ayudarnos a que la camita de lamas fuera 20 cm más grande y así dormir felices con el Larguito bien estirado… así que a pesar de dejar seres queridos en nuestra partida no fue costoso seguir camino.
A medida que nos fuimos alejando de la costa la gente empezó a ser más amable aún que hasta entonces. Además la sensación de inseguridad iba desapareciendo y dormir en Lamaslinda resulto algo más sencillo de hacer en estaciones de servicio, plazas o en la misma calle… cosa muy complicada hasta entonces en el país.
Cruzamos el Orinoco y entramos a la Gran Sabana, maravillas de la Naturaleza si las hay, en un camino de paisajes extensos e increíblemente intactos. Según nos dijeron, allí solo pueden habitar los aborígenes de la zona y son ellos los encargados de cuidar los atractivos turísticos de la región, evitando de esta manera la sobrepoblación de hoteles o extranjeros construyendo sus mansiones donde les place. Son muchos y hermosos los saltos (cascadas) y ríos que se encuentran a lo largo de la ruta y que pudimos visitar.
Estamos a pasos de pisar territorio brasilero, en Santa Elena de Uairen un pueblo pegadito a la frontera pero al contrario de lo que siempre pasa con los lugares fronterizos, este es un lugar tranquilo, con poco de aquella Venezuela que transitamos hace dos meses y alguna semana, con algo de Brasil, con aire puro…el aire de la Gran Sabana. Lo único malo que podríamos decir de Santa Elena y la zona (si es que hay algo malo por decir) es que aquí abundan los “Puri Puri” y que sus picaduras no son nada agradables. Pequeñísimos insectos de la calaña de los mosquitos que van dejando sus huellas color rojo en las piernas y brazos de todos los turistas y su picazón por varios días más…
Llegamos aquí con el objetivo de pintar nuestro mural y elegimos el lugar definitivamente muy bien. Las cosas siguieron un curso casi mágico, algo que a esta altura debería parecernos cotidiano pero nunca deja de sorprendernos. Parqueamos la camioneta en el lugar exacto para que la mujer exacta se acercara a hablar con nosotros y de ahí en más todo sucediese de maravillas Carmen, la mujer que nos abrió las puertas a todo lo que fue ocurriendo, nos acompañó de inmediato a la Fundación del Niño, donde ella también trabaja ya que es la profesora de plástica de los niños. Y en un par de días comenzamos nuestra actividad. 

En medio de noticias que iban llegando de los revuelos en el resto del país (porque Santa Elena realmente vive a otro ritmo, pueblo Venezolano pero de cierto modo aislado), la cosa se ponía candente y la paz no parecía reinar en las demás ciudades, mientras nosotros decidimos presentarnos a los chicos (de varias edades desde 6 a 11) y contarles nuestro sueño de viajar, como lo llevamos a cabo a pesar de los miedos, todos los sueños que aún tenemos y como el pintar es para nosotros una manera de soñar, de ser libres.
Turno mañana y tarde, ambos grupos resultaron tímidos al principio pero se despidieron con abrazos impulsivos, sorpresivos y duraderos, con sonrisas profundas. Les costó mucho dibujar en el papel sus sueños, les costó “no salirse de la línea”, no mirar lo que hacía el compañerito de al lado y repetirlo, usar colores, aflojarse… pero… unos más otros menos, todos lo lograron poquito a poco!




La segunda cita se dio días después. Los volvimos a encontrar y les presentamos el mural que íbamos  a pintar juntos. Con la base de colores ya dada, colores que no fueron pensados, colores que “fueron los que habían” porque la reserva de pinturas se nos está acabando y en Santa Elena no es tarea sencilla encontrar de todo. 




Cada línea o puntito de color nos llenaba más el pecho de emoción y al terminar el día mirábamos el mural lleno de sueños, lleno de colores, lleno de amor… amor que desde ese día nos llevamos con nosotros. No solo compartimos el pintar los sueños en una pared que les quedara por largo tiempo, también los chicos jugaron al futbol, anduvieron en nuestra querida bicicleta y hasta algunos se volvieron amantes del mate! Ese día Venezuela para nosotros terminó de llenarse de colores y aprendimos muchísimo de todo lo compartido.
Sin embargo había otra Venezuela, hay otra Venezuela.  Una Venezuela que sufre un momento crítico y que no está ni cerca de teñirse de colores.


Es muy difícil para nosotros poder dar una opinión positiva o negativa de este país, porque fue muy difícil entenderlo. Porque para colmo, cuando intentamos leer para sumar conocimientos a lo que aprendemos estando en el país y con su gente, ya no sabemos en qué creer o, ya sabemos que no hay que confiar en ninguna información a ciencia exacta.  Y cuando hablamos con la gente encontramos opiniones extremas a favor y en contra con muy pocos capaces de reconocer lo bueno y lo malo de propios y ajenos.
Como nos dijo un amigo, en este país TODO puede pasar: todo de lo mejor y todo de lo peor. La disparidad disparatada entre el dólar oficial y el paralelo rompe con toda lógica especulativa, siendo q el primero cuesta 7 bolívares y el segundo (hoy en día) a 85! Por supuesto que el que tiene dólares vive de fiesta, pero como se hace para fijar precios cuando el gobierno habla con números tan alejados de la realidad?  Como se explica que 20 litros de agua cuesten 30 bs. y 20 litros de gasolina 1,5bs en un país donde ambos líquidos abundan?
Entonces, para quien viaja de afuera puede resultar un paraíso de compras porque trayendo dólares o euros el dinero rinde y mucho. Se puede almorzar por un dólar y encontrar productos insólitamente económicos. Pero el venezolano que se las ve luchando día a día no encuentra tantos paraísos. Unos reman y reman, día tras día. Otros se llevan mucho de arriba; muchos derrochan y no tienen la cultura de cuidar lo que se les da. 
Antes de entrar a Venezuela pensábamos en encontrar un pueblo dividido, la clase media-alta y alta del lado opositor y la clase media-baja y baja con el oficialismo. Sin embargo nos sorprendimos a diario encontrando gente humilde y trabajadora harta de tanto manoseo, corrupción y despreocupación por parte de los políticos. Cuando alguien te habla de política lo hace con cautela, porque en el país hay dos grupos, grandes,  los dos pisan fuerte pero ninguno acepta la opinión del otro. Hablan “desde que el difunto tal o cual cosa” o “el diablo tal o cual otra” en un tono bajito, con frases inconclusas…sin nombrar a uno u otro, opinando sin comprometerse mucho. El pueblo está dividido y desde la muerte del comandante hace casi un año parece como si el país hubiese quedado tambaleando.
Pero no podemos decir que la culpa es de uno solo, la culpa la tienen todos: gobierno, oposición y pueblo. Trataremos de dar unos ejemplos:
El gobierno tiene planes sociales muy buenos, pero muy mal implementados ya que lo que falta es presencia y control estatal. Por ejemplo existe la posibilidad de hacerte de tierras y de dinero para que cultives y vendas el producto, dos veces al año uno tiene que demostrar cómo ha cultivado la tierra, que provecho le saco. Sin embargo se entrega la tierra, se entrega el préstamo y nunca más nadie pasa a corroborar la utilización de la tierra. La gente ocupa esa tierra y gasta el préstamo, sin cultivar un metro. El gobierno decide entonces no dar dinero sino vales canjeables por material para laborar la tierra, y deja esos productos en manos de determinadas personas, en galpones. Los que tienen la tierra van a los galpones con los vales de, por ejemplo 500.000 bolívares pero en vez de canjearlos por mercadería se lo venden a la persona que tiene la mercancía por 200.000 bs y se llevan ese dinero a su casa y siguen sin cultivar. El que tiene los vales y la mercadería lleva los vales al gobierno y los canjea por el dinero, quedándose con 300.000 de ganancia y la mercancía. Entonces nadie hace lo que tiene que hacer, el gobierno no controla, el encargado de canjear los vales por mercadería piensa en su propio negocio y el encargado de cultivar la tierra no cumple con su parte del trato, viviendo de arriba. Pero eso sí, TODOS se quejan.
Hay escases de productos, acá se vive “a lo Venezolano” haciendo largas filas  (ellos mismos se llaman con resignación: el país de las filas para todo), acostumbrados “al no tener” (hoy en día leche, azúcar, harina, gas, papel higiénico)… y cuando hay: a hacer filas… largas, laaaaaaargas colas, hora tras hora y con paciencia… aunque: si se acabó se acabó (ojo que acá también hay truco y ventaja y amiguismo). Viviendo como algo cotidiano el ir a hacer compras y poder llevar solo una o dos unidades de este producto (si es que hay, claro). Aceptando la palabra corrupción como cosas normales  y cotidianas. Desde la policía, que se maneja a sus anchas, sin escrúpulos en nada; hasta una señora que por estar mejor acomodada se lleva grandes cantidades de papel higiénico para revender al precio que quiere, mientras muchos no tienen ni un rollo en casa hace días o semanas o…). Un profesor en la facu me dijo una vez que los políticos son el reflejo de la sociedad que representan, o de donde salen acaso nuestros diputados, senadores, presidentes? La culpa es de todos.
Este país puede darse el lujo de pagar todo lo que tenga ganas con el petróleo que posee, que es incontable; tiene tanto que puede regalar combustible a otros países. Sin embargo la escases de inversión en infraestructura en la propia Venezuela asombra, no se generan nuevos puestos de trabajo, sino que se subsidian los alimentos, el combustible, el gas, la luz (el aire acondicionado funciona 24 hs al dia, lo usan hasta para secar la ropa!); entonces son cada vez más los que no trabajan o apenas trabajan y viven de subsidios. No vemos mal el subsidio de los servicios para abaratar el costo de vida, pero si no se le enseña a la gente a trabajar nunca van a poder valerse por sí mismos. Qué país funciona sin trabajo? Y no hablamos de vivir para trabajar, encerrados en actividades que detestan, esclavizados.

Es verdad que el oro negro está beneficiando a TODA la sociedad venezolana mientras que 15 años atrás beneficiaba solo a un 8% del país, pero lo está haciendo de mala manera, con regalos en vez de fuentes de trabajo, perdiendo generaciones enteras.
La oposición lejos está de ser una salida o una respuesta a estos problemas con los que hoy se enfrenta el pueblo venezolano, sino que es uno de los principales causantes de esta situación, jugando sucio a escondidas haciendo cuasi imposible la tarea de gobernar, generando guerra económica desde las sombras y bajo el ala de los (cuando no) EE.UU, que invierte millones y millones en campañas de desprestigio, armando al pueblo para enfrentarlo con el pueblo, generando discordia entre hermanos para ya todos sabemos que…
Los empresarios reciben dólares del gobierno a pecio oficial para comprar productos, pero después quieren vender esos productos al precio que marca el dolar paralelo para hacer un negoción y como el estado no lo permite cierran las puertas de sus comercios y venden por atrás, ilegalmente y al precio que se les canta, generando así desabastecimiento, crisis y enojo popular. No es mentira que se encuentran galpones llenos de comida o cemento, y no son precisamente oficialistas los dueños de esos galpones.

Creemos que 15 años es poco tiempo para que un país que ignoraba a más del 90% de su pueblo pueda organizarse para que todos estén incluidos, pero desde nuestro humilde punto de vista no vemos que el modo en que se están haciendo las cosas sea el correcto. Creemos en la igualdad del hombre, de sus posibilidades, derechos y obligaciones, y pretendemos que así sea, pero sobre bases de educación, trabajo y respeto mutuo. Estamos absolutamente en contra del sistema capitalista que somete al que menos tiene en manos del que más, haciendo cada vez más gente con menos y menos gente con todo, y no queremos que ese sistema se implante en ningún país, por ello es importante abrir los ojos y ser críticos, mostrar las falencias y virtudes para aprender y mejorar.

Deseamos lo mejor para el pueblo de Venezuela, para TODO el pueblo, soñamos con la inclusión de cada pobre, aborigen y marginado como así lo soñó Chávez, soñamos con educación y salud de calidad al alcance de todos, (como ocurre en Cuba a pesar de que mucha gente piense en Cuba como lo peor que le pueda pasar a un país). Soñamos con la continuidad de las ideas en el poder y NO así de las personas (llámese Castro, Kirchner o Chavez, Mongo Aurelio, Abú Dubai, Ukelele o Bush), deseamos que Maduro pueda terminar como corresponde su mandato ganado democráticamente en elecciones y soñamos con que el futuro presidente elija continuar con el modelo integrador e igualitario y no que destruya todo lo construido hasta entonces.

Soñamos que todos estos deseos se apliquen en cada país del mundo, total… soñar no cuesta nada!





sábado, 22 de febrero de 2014

SUMANDO COLORES

Hay una tradición que hace que, en año nuevo, algunos venezolanos salgan a las 12 de la noche a dar vueltas por el barrio cargando valijas. Visitan a sus vecinos, los saludan y dejan sus mejores deseos para luego volver a la casa y seguir festejando con la familia. Dicen que así se llevan las cosas malas del año que dejaron atrás y vuelven al hogar cargados de buenos sentimientos y sueños renovados para el año que comienza.
Tuvimos la suerte de disfrutar de estas tradiciones y los festejos navideños en el Parque Nacional Mochima, rodeados de una naturaleza increíble y de buenos amigos, lanzando al cielo globos de papel (hechos por nosotros) llenos de cariño y alegría, festejando felices este estilo de vida que elegimos vivir. Pero no empieza así nuestra experiencia venezolana.


Venezuela funciona de un modo extraño y en lo personal la conocimos en un momento particular de su historia. Para nosotros además hubo una Venezuela de trabas y fastidios y otra en la que logramos disfrutar y relajarnos. Es que, por empezar, entramos de mal modo. Ingresamos al país por Colombia (por la frontera de Maracaibo), un día como cualquiera: con mucha cola en migraciones, largas filas, calor, mucha gente, y una sola persona atendiendo. Kilómetros después empezaron a pararnos los policías pero ya estábamos advertidos y también sabíamos que el número de controles por el que pasamos fue ínfimo al lado de la cantidad de veces que tenías que parar tiempo atrás.
La Bienvenida no tuvo nada de “bien”. Uno de los primeros policías nos preguntó: “llevan armas? Porque miren que acá es muy peligroso, tienen que protegerse”… Negativo: Claro que no llevamos armas!!!
Unos kilómetros después, otro policía, ciudadano venezolano, al preguntarle si sabía un lugar seguro donde dormir con la camioneta nos respondió: “aquí, en Venezuela, no confíen en nadie porque el venezolano es pura mierda y si les dicen que vayan ahí seguro les mandan a robar”. Menuda forma de hablar de tu país y su gente, no?
Una frontera de desayuno, algunos comentarios poco afortunados de los polis, el calor y un tránsito desordenado y caótico no es el mejor escenario para conducir relajado, disfrutar una nueva ciudad. Si algo nos faltaba  para completar el día chocamos! Nada grave, solo un besito con rouge en la cola a los chicos de “Abrazamundos”, pero la bienvenida seguía del mismo color.
Maracaibo es muy grande, ruidosa, casi fronteriza; una noche fue mas que suficiente para nosotros por lo que nos despedimos de Ana y Ser y seguimos camino hacia Coro, donde recorrimos sus calles empedradas y visitamos el Parque Nacional Las Dunas, rumbo a la Peninsula de Coro, de la que nos habían hablado muy bien pero que no nos gustó mucho. Dormimos una noche en Adícora, pueblo pequeño con playas muy sucias y decidimos seguir camino rumbo al Parque Nacional Morrocoy; pero Lamas tenía otros planes que incluyeron que saque el motor y la caja para soldar una piecita.
Ya con todo en su lugar llegamos a Chichiriviche, pasando de un parque nacional a otro. Es que Venezuela tiene tanta belleza natural, pero tanta! Lo que no podemos entender es como la gente cuida tan poco la naturaleza; el pueblo es uno de los más sucios que conocimos en el viaje, lleno de vidrios, latas de cerveza y lo que se imaginen por todas las calles, parecía que nunca había pasada un basurero y en verdad así era, ya que el Alcalde apareció el día que asumió y después nunca más, se fue a vivir a Caracas y  “gobernó” la ciudad desde allí; sobra decir que ni un peso puso en el pueblo. Estuvimos presentes en la victoria por elecciones del nuevo Alcalde, del partido opuesto al anterior que festejó regalando varios camiones de cerveza al pueblo y sus visitantes (entre los que nos incluimos) para sumar así más basura a la ya acumulada. Frente a este paisaje desolador, y dividido por unos metros de agua totalmente sucia aparecen unos cayos increíbles sumergidos en la más transparente de las aguas que deja ver corales hermosos y más latas de cerveza.


Tuvimos un gran respiro al encontrar a varios viajeros conocidos, relajarnos, pasar unos días en buena vecindad y tener el apoyo de los chicos para cambiar el alternador de Lamas que se quemó (sí sí; por suerte justo había un señor que vendía un alternador usado en excelente estado y precio… esas cosas que a uno no dejan de sorprenderlo) y seguir “más tranquilos”.
La tranquilidad fue solo aparente porque ya en la autopista camino a Caracas nos pasó algo que pudo haber sido grave pero como siempre la sacamos barata: una de las ruedas de atrás de Lamaslinda se fue, se salió… y no siguió su camino porque la chapa de Lamas justo hace tope, sino nos quedábamos en 3 ruedas y quien sabe…
En ese mal rato, con la camioneta parada en la autopista, sin ningún teléfono desde donde llamar a una grúa vimos la desconfianza con la que todos viven. Nadie paraba para ayudarnos, desconfiaban, temían sea un truco para asaltarlos.
Por suerte y como siempre nos pasa: nos encontramos con la mejor gente. De hecho aprendimos poco a poco a ya no pedir que no nos pasen cosas malas, sino que cuando esas cosas suceden la gente con la que nos crucemos sea la mejor.
Una persona de gran corazón, más otra, y otra, y otra fueron sucediendo después. Gente con la que pudimos charlar, día y noche, como Andrés y Rafael, que nos dieron todo de sí mismos y nos ayudaron como si nos hubiesen conocido de toda la vida. Ellos respondieron a todas nuestras dudas del país, ellos nos contaron sus pensamientos, ellos empezaron a mostrarnos que el venezolano no es ningún pura mierda.
Y cada hora, cada día seguimos conociendo esta indescifrable Venezuela… aunque no solo con charlas y tranquilidad. Una tarde, de un modo inesperado, desde un banquito escuche a Andrés que estaba con Guille en la vereda decir: -Mira Guillermo! Mira! Pá que conozcas mi Venezuela bonita!  En la casa de al lado, que por suerte tenía su portón abierto había entrado un chico de 19 años ensangrentado y con un arma en su mano. Entro, salió y media cuadra más allá… 14 tiros. Más que suficientes para matarlo, enfrente de su mamá.
Esas son las cosas que nos dejan el corazón sonando y no de alegría, pensando no solo en una Venezuela de peligros, de robos, de necesidades que buscan ser satisfechas de un modo incorrecto, de faltas, de errores… pensando en una Latinoamérica que en mayor o menor medida, país a país nos fue mostrando también esa parte triste de la realidad.
Así pasaron las primeras semanas en Venezuela, con algún que otro fastidio o asombro más en las carreteras viendo accidentes, sin comprender la manera de conducir (como aquella que una vez encontramos por Bolivia), con la vista inconforme de tanta suciedad en las calles o en los paisajes que podrían ser soñados de lindos.
Con la rueda en su lugar llegamos a Santa Fe, un pequeño pueblito del Parque Nacional Mochima en el estado de Sucre que no escapa a uno que otro tiroteo o la basura en las calles, pero que tiene unos paisajes tan hermosos y donde encontramos a unos amigos tan lindos que Venezuela para nosotros empezó a tomar lentamente un poco de color. 
Llegamos a una posada, Le Petit Jardin. La encontramos por medio de una página de internet: Workaway donde la gente ofrece trabajo a cambio de alojamiento y comida. Y como las casualidades no existen, todo es causalidad, fue por aquella española con la que nos sentamos un día en Coro a charlar que entramos a curiosear la página de Workaway, donde a pesar de no estar registrados (porque hay que pagar 22 euros para eso) logramos encontrar  la posada de Santa Fe y comunicarnos con sus dueños. En la información que nos dieron dijeron: tenemos una posada, el trabajo es sencillo, tenemos una beba de 11 meses 3 perros y tres gatos.

 
Entramos al paraíso; el lugar donde relajarnos, trabajar a gusto, hacer con felicidad. Nos enamoramos de la beba, Tili y la disfrutamos cada día un poco más! Como si fuera poco Lamaslinda llego a su paraíso también, un gran taller, con muchos materiales y herramientas y su dueño: un loco único, increíble persona que se puso día tras día a trabajar en nuestra camioneta junto a Guille, como si fuera suya!
Audrey y Cyril, ambos Franceses, son los franceses más Venezolanos que puede haber. Nos hablaron de Venezuela con pasión, nos dieron sus puntos de vistas de cada tema y nos ayudaron también a conocer un poquito más del país. Con esa familia hermosa pasamos nuestra Navidad, la bienvenida al 2014 y los cumpleaños de cada uno de ellos 3. Recorrimos las islas del parque, vimos cantidad de delfines, buceamos, fuimos a la montaña y no nos cansamos de admirar la imponente belleza de ese lugar. Fue un mes y medio en el que pudimos apreciar más de cerca el día a día venezolano, haciendo amistad con los lancheros, la gente del mercado, los chinos de los super, sintiendo la escasés de algunos productos, viviendo al ritmo venezolano que a pesar de las dificultades no deja de ser cálido y alegre.
Nos fuimos, volvimos a la ruta sabiendo que algún día tendremos que volver a visitar a esos grandes amigos a esta tierra venezolana que ellos tanto aman y que nos ayudaron a querer y entender un poco más.


Sin dudas nuestras próximas palabras contaran mas de esta Venezuela, con párrafos comprometidos a tratar de explicar lo que vimos o sentimos o nos llevamos de este país, en este momento… bastante doloroso, por cierto.
Mientras, con las manos llenas de pintura y casi despidiendo a Venezuela, nos dedicamos a disfrutar de días de color y voces de niños, pintando un mural acompañados de hermosos (y pequeñitos) venezolanos…

miércoles, 12 de febrero de 2014

PINCELADAS COMPARTIDAS

Y se fue el mural número 13, de esos que hacemos con el corazón y por puro placer. Pero esta vez, como ya pasó en otras oportunidades, no estuvimos solos.  Encontramos en el camino a dos argentinos que comparten un plan parecido al nuestro (como tantos otros) de viajar por Latinoamérica, de conocer otras culturas, otras realidades… de aprender “el catecismo que enseñan solo los viajes” como alguna vez escuche en una canción. Entonces los invitamos a pintar con nosotros y ellos aceptaron, siempre quisieron pintar en su viaje y quizás, quien dice, con este empujoncito también empiecen a dejar huellitas de color a su paso. 
Nos fuimos de Santa Marta una mañana, abrazando fuerte a nuestro gran amigo Quile, aquel colombiano que conocimos de casualidad un día y desde ahí seguimos cruzando caminos hasta en argentina, conociendo su familia y compartiéndole las nuestras, charlado mucho, haciéndonos sentir siempre como en casa en su querida Colombia.

Llegamos en menos de una hora a Palomino. Nos habían hablado bien del pueblito asi que queríamos intentar pintar ahí. Todo se dio de buena manera. Encontramos un espacio para guardar las dos camionetas y aguardar a que el lunes alguien nos diera un si y así comenzar a pintar. Mientras empezamos a empaparnos de la dinámica del lugar. Conocimos a Juan Manuel y su hijo, ambos argentinos, al Pirata, un Colombiano que lleva un parche en el ojo y mil aventuras encima por viajar en camión años y más años. Los tres resultaron una gran ayuda para nosotros, hasta Juan Manuel acabó dejándonos su casa por unos días tras viajar ellos a Venezuela. 

El pueblo de Palomino es lindo, pero extraño. La mayor parte de los comercios esta sobre la ruta, la plaza central queda solo a 2 o 3 cuadras de la carretera y en el parque se puede encontrar una catedral que inunda de fuertes campanazos los días y una canchita de futbol con suelo de tierra que se llena bastante seguido de niños y grandes, jugadores e hinchadas. Una linda postal de recuerdo salvo porque hay mucha mucha basura por todos lados. Cerca, a poquitas cuadras se encuentra el rio que también se cruza con el mar…indispensable para refrescar los días característicamente cálidos.
El “sí” llego ese lunes y de inmediato comenzamos a pintar en una pared de la escuela primaria. Para sorpresa nuestra ese mismo día, cuando estaba oscureciendo nos hicieron parar el trabajo… como suele pasar  no todo lo que brilla es oro y siempre hay alguien que no está de acuerdo. Un policía no estaba nada feliz con que pintemos y seguro un par más de personas. Justificaron su desconformidad diciendo que “contaminábamos”  (¿¡?) pero obviamente tras  la escases de fundamentos  pudimos seguir con nuestra labor. Pintamos varias tardes acompañados de tereres bien helados que nos salvaron del terrible calor de ese pueblo.
La gente por primera vez en nuestras experiencias pintando no se mostró abierta, agradecida  o interesada. Fueron pocos los que se acercaron a charlar, a preguntar a intercambiar experiencias. Esos pocos nos dijeron que ese pueblo estaba mal gobernado, quienes mandaban pretendían que ese sea un pueblo fantasma, que nada mejore.
Al tercer día sufrimos un “atentado”. Al llegar a nuestro puesto de “trabajo” encontramos que alguien había dejado la huella de sus manos en reiteradas partes de la pared con pintura oscura. Sin dudas nos tiró abajo, nos quitó fuerza pero no dejamos de pintar. Los 4 hicimos sin duda un buen equipo, Ana y Ser, los abrazamundos, son personas muy tranquilas que transmiten mucha paz y quizás por eso llegamos a un viernes glorioso con un mural terminado a puro color. 


Nos fuimos contentos, al menos con una alegría propia, quizás sin compartirla tanto como nos pasó en otros lugares donde la alegría es más por conocer gente hermosa que por las pinceladas dadas. Pero sabemos que de un modo u otro al menos algunas personas esos días vieron algo distinto a sus rutinas de días y días iguales, vieron “turistas” o “gringos” dejando color, dejando un mensaje de igualdad, de que todos, a pesar  de las diferencias de piel, estatura, peso, edad, todos… somos iguales.
Charlando con una vecina (porque nadie se la juega a imaginar, todos quieren saber qué significa):  le contábamos que para nosotros esas casitas apiladas eran el paisaje que nos representaba a Latinoamérica:  las favelas de Brasil, las casitas de Quito, las montañitas llenas de casitas de colores de tantos lugares que conocimos… y ella preguntó: ah, ustedes vienen de Latinoamerica???
Ese dia al menos esa señora se enteró que ella también es Latinoamericana… como nosotros los argentinos, como los peruanos, bolivianos, ecuatorianos, brasileños, panameños, mexicanos, ticos, nicas, chapines, salvadoreños, catrachos, como los paraguayos, uruguayos, chilenos,  como los venezolanos, como ella: colombiana. 

Seguimos camino juntos con planes de cambiar de país, llegar a Venezuela, un país del que mucho nos dijeron pero ya teníamos ganas de sacar las propias conclusiones… porque si algo aprendimos es que las experiencias son completamente personales y un país es percibido de distinta manera dependiendo de la persona, del momento, de la compañía y muchos otros factores.
Hoy, publicando este blog y después de casi tres meses en esa intrigante Venezuela aún seguimos sin definir nuestros pensamientos ante este país, sin entender muchas cosas. La próxima será entonces una entrada del blog multicolor, de negros a blancos, de oscuros a claros, un poco de todo, un poco de lo mucho que hay para ver en este nuevo país, nuestro país número   15 de esta gran travesía.